6 de febrer del 2008


Como un pájaro que emprende el vuelo por primera vez, él desplegó sus alas y echó a volar, alejándose de todo cuanto quería, de todo cuanto tenia, por miedo a ser lastimado, vivía limitado por sus miedos, mas estos nunca le impidieron volar, él se sentía libre, cual mariposa colorida, revoloteaba de flor en flor sin encariñarse con ninguna, pero un día no pudo evitar enamorarse, era una flor de raíces muy sólidas y pétalos suaves como la seda, negros como el tizón, que contrastaban irremediablemente con su dulce sonrisa.

Se quedó contemplándola estupefacto durante horas, antes de atreverse a acercarse, una vez la tuvo enfrente, no dudó un segundo antes de preguntarle porque sus pétalos se habían teñido de negro, era demasiado hermosa para lucir un color con connotaciones tan negativas. Ella le dijo que iba de luto por un amor que se fue y que no creía volver a ver, en ese momento, él sintió un pinchazo en el corazón, había quedado prendado de ella, y esa confesión no podía dejarlo indiferente. Le preguntó que había pasado y estuvieron conversando durante días, él cada día la amaba más y ella cada día estaba más convencida de su amor por aquél que se había ido, pero éste, indeciso, no hacia más que alimentar esperanzas que tal vez nunca llegarían a florecer. Él era perfecto, lo tenía todo, y sabía que se esforzaría en cuidarla y hacerla feliz, pero por más cariño que le tuviera, su corazón no lo tenía él, así pues, con el alma dividida y el corazón en rehabilitación, fue pasando el tiempo la dulce flor, nadando entre dos mares, bebiendo de dos aguas, sin saber que el mejor camino era su propio riachuelo, sin pensar que el agua más dulce lo tenía ella…


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